lunes, 26 de septiembre de 2011

Snow



Siempre tengo la misma pesadilla. Un lugar negro, frío y oscuro, donde estoy totalmente solo, sin nadie, solamente conmigo mismo, enfrentado con mi mente.

Dura eternamente. O por lo menos, eso parece. Hasta que el resplandor de la nieve me llega a través de la oscuridad, deslumbrándome, impidiéndome ver lo que tengo delante.

Justo cuando la luz empieza a dejar de cegarme, me despierto. Siempre alcanzo a ver una sombra poco definida que destaca. Pero nunca llego a distinguirla. La nieve refleja la luz, y me impide ver con claridad.

Después de la pesadilla, imagino cómo será la persona que me saca de la negrura implacable de mi subconsciente. Me gusta creer que es un ángel enviado a ayudarme expresamente a mi. Pero no creo que Dios tenga esa consideración conmigo.

Creo que es mi corazón lo que me ayuda. Crea una imagen totalmente imposible para sacarme de la oscuridad. Crea un espejismo de ella, simplemente para darme una razón para seguir adelante, y despertarme de la pesadilla.

Entonces, acaba la noche. Mi mente deja de intentar destrozarme, y me ayuda. Me hace pensar que voy a verla. Que todo va a ir bien, porque voy a estar con ella siempre. Que nada nos va a separar nunca.

No es lo mismo lo que me hace pensar mi mente que la realidad. Ni mucho menos.

En la realidad hay un abismo infranqueable entre nosotros. No está lejos, pero tampoco cerca. Prefiero el mundo alternativo de mi mente, el lugar feliz en el que sólo estamos ella y yo. No tiene un fondo definido.

A decir verdad, cualquier lugar sería feliz si estoy con ella. Desierto o glaciar. Da igual, porque estoy con un ángel, no importa nada más.

Puede que algún día el mundo imaginario de mi mente se traslade a la realidad, y me convierta en una persona feliz. Es improbable. Pero no imposible, no hay nada imposible.

Mientras tanto, sigo esperando a la noche. Siempre a la misma pesadilla, para que acabe de la misma forma, y pueda seguir creyendo que mi corazón me ayuda.

No sé si hay algo para definir un sentimiento más fuerte que el amor. Es lo que siento por ella. Mil veces más fuerte que el amor, y eso es lo único que impide que mi mente tome el control de mi.

Esto me hace sentir bien. Puede que sólo sean los pensamientos confundidos de un adolescente enamorado. Pero me hacen ser feliz, y es lo que importa. Ella me hace ser feliz, y eso es lo que me hace vivir

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